Dra. Vera Bail Pupko
Los contextos de crisis, como sucede hoy con la pandemia de COVID-19 a nivel mundial, generan incertidumbre por lo que es necesario centrarse en las certezas para hacer la vida más previsible. Es importante tener en cuenta que:
En el caso de los cuidadores de enfermos crónicos y los convivientes con personas en esta situación, se debe tener especial cuidado y mantener las medidas de higiene para no propagar el virus en su grupo familiar.
Entre las certezas que se tienen están las medidas de prevención de la enfermedad. Si bien cada país y cada zona tienen sus especificidades, hay normativas comunes a todos. Aunque el confinamiento varíe de un lugar a otro, el aislamiento, la necesidad de mantener la distancia social y las normas de prevención e higiene son comunes a nivel mundial: lavarse las manos con frecuencia con agua y jabón, toser en el pliegue del codo, mantener distancia de otras personas, utilizar tapabocas, no abrazarse ni besarse, no hacer reuniones, restricciones en el transporte público.
El distanciamiento social consiste en alejarse de lugares concurridos y restringir la interacción entre las personas tomando cierta distancia física o evitando el contacto directo entre ellas: evitar dar la mano, abrazos o besos a los demás. Para el Director General de la OMS: "Las medidas de distanciamiento social pueden ayudar a reducir la transmisión y a que los sistemas de salud aguanten, y lavarse las manos o toser en el brazo reduce el riesgo para uno y para los demás, pero por sí solas no son suficientes para extinguir esta epidemia". Es una medida que se implementa cuando en una comunidad existen personas infectadas que, al no haber sido identificadas ni aisladas, pueden seguir transmitiendo la enfermedad.
El aislamiento, se refiere a la separación física de las personas contagiadas de aquellas que están sanas. Es una medida que se toma cuando se ha hecho una detección temprana de la enfermedad y se aísla a la persona infectada en un espacio específico, evitando el contacto con los demás.
Otra acción es el confinamiento, que se trata de una intervención que se aplica a nivel comunitario cuando la distancia social y el aislamiento son insuficientes para contener el contagio de la enfermedad. El confinamiento consiste en la combinación de estrategias para reducir las interacciones sociales, implementando, por ejemplo, el distanciamiento social, el uso obligatorio de mascarillas, restricción de horarios de circulación, suspensión del transporte y cierre de fronteras.
Es importante destacar que se debe mantener la distancia física, pero estar socialmente conectados
Si bien a la mayoría de las personas la pandemia de COVID-19 les cambió la vida, es muy difícil hacer una generalización del impacto que tuvo en la cotidianeidad de cada uno.
Para algunos el cambio fue la restricción en las salidas; otros se vieron con sus hijos teniendo clases a distancia; otros pasaron a trabajar desde su casa (que en muchas ocasiones generó una duplicación de trabajo); otros quedaron sin actividad laboral; otros continúan con la misma rutina de siempre. A lo anterior, hay que agregar que no todos disponen del mismo espacio físico dentro de su casa.
Para los cuidadores de enfermos crónicos se suman, además, las tareas que conllevan cuidar a su familiar. Desde el inicio de la cuarentena, ha habido cambios respecto a la modalidad de consulta y solicitud de medicamentos, así como también interrupciones y modificaciones en los tratamientos. Asimismo, en algunos casos, se dejó de contar con ayuda externa para las tareas de la casa o el cuidador del familiar, lo que representó un aumento del estrés.
En resumen, se tiene más trabajo que antes, y esto requiere reorganizarse.
El hecho de que no haya precedentes exactos para la situación actual hace que no haya investigaciones previas respecto a las consecuencias que puede tener el confinamiento, el distanciamiento social y el aislamiento. Sin embargo, se sabe que pueden afectar la red social de apoyo y tener repercusiones negativas en la salud, en especial en los cuidadores de enfermos crónicos, que por su propia actividad de cuidado tienden a restringir su red social de apoyo.
En este nuevo orden, se requiere un esfuerzo extra por parte del cuidador para no aislarse socialmente, ya que la situación objetiva de contar con mínimos contactos con otras personas tiene consecuencias perjudiciales para el bienestar.
El contexto de aislamiento social por COVID-19 tiende a aumentar la probabilidad de adquirir estilos de vida no saludables, como la inactividad física y el aumento de la conducta sedentaria, lo que puede traer consecuencias negativas para la salud. Por lo tanto, para mantener la salud y el bienestar, además del descanso (acostarse y levantarse en los horarios habituales), es necesario el cuidado de la alimentación y hacer ejercicio físico.
Otro aspecto importante es restringir la información a la que se está expuesto, en especial, limitar el tiempo que se pasa escuchando o viendo los noticieros. Hay que circunscribirlo a un horario en especial y respecto a la información sobre la pandemia, escuchar solo a especialistas (infectólogos y epidemiólogos).
La información utiliza muchas veces el falso consenso, esto es atribuir que todas las personas piensan o sienten igual que quien brinda la información. Hay personas que nunca se aburren y otros que viven aburridos, esto depende del tipo de motivación de cada uno. Pero no todos se sienten o piensan de la misma forma ni están obligados a hacerlo.
Por último, es necesario dimensionar el momento actual en una perspectiva histórica que permita evaluarnos. Para algunos, las pandemias más letales de la historia han sido: la Viruela, el Sarampión, la llamada ‘gripe española’ de 1918, la peste negra, y el VIH.
Otros consideran sólo las pandemias más recientes: Influenza A (H1N1) también llamada en un principio "gripe porcina" en 2009.
El virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), que provoca la enfermedad del SIDA en las etapas más avanzadas de la infección, identificada a principios de la década de los 80 y que sigue siendo uno de los mayores desafíos de salud pública del mundo según la OMS. Se estima que, desde que surgió, unas 32 millones de personas han muerto por causas relacionadas con el VIH. Actualmente, no hay cura para la infección por el VIH, pero sí se ha desarrollado un tratamiento antirretrovírico que permite mantener controlado el virus y prevenir la transmisión a otras personas.
En 1957-1958 y en 1968, se produjeron dos pandemias: la gripe "asiática", causada por un nuevo virus de la influenza A (H2N2), y la "gripe de Hong Kong", del virus H3N2. La OMS calcula que cada una de esas enfermedades causó entre 1 y hasta 4 millones de muertes en el mundo. Tras 10 años de evolución, este virus de gripe "asiática" desapareció, pero dio lugar a un subtipo que acabó provocando una nueva pandemia: la del virus de 1968. La "gripe de Hong Kong" se originó en China en julio de 1968 y fue altamente contagiosa.
La influenza de 1918 conocida como la "gripe española", aunque los primeros casos fueron en Estados Unidos y Francia, causó la muerte de entre 20 y 50 millones de personas. Se considera una de las pandemias más devastadoras de la historia, pues se calcula que acabó afectando a alrededor de 500 millones de personas o un tercio de la población mundial.
Hoy, la prevención de la salud es un tema de Estado ante lo que se pide responsabilidad social para cuidarnos y cuidar a otros. De nosotros depende el papel que vamos a ocupar en la historia. Las crisis no son eternas. Esta pandemia puede conceptualizarse, al decir de Berger y Luckmann, como una transformación drástica de corta duración. Porque a pesar de todos los cambios que impone, está la promesa de retornar a la vida anterior, aunque sea con barbijo, lavado de manos y alcohol en gel.