Luis consulta por el tratamiento de diabetes de su esposa

"Estimada Dra. Vera Bail:
Mi esposa tiene 40 años, tiene diabetes y hace un tiempo tiene colocada una bomba de insulina. En general se sabe manejar muy bien y tiene un gran control de su enfermedad. Sin embargo, la semana pasada tuvo vómitos, y a pesar de que yo veía que no paraba, ella estaba convencida de que no había que preocuparse. Llegó un momento en que decidí llevarla a la guardia y por suerte su hermano me ayudó a convencerla porque ella insistía en que no era necesario. No me gusta cuestionar su autoridad, pero ¿Cómo se ayuda en estos casos? ¿Qué tanto tengo que participar de su tratamiento?
Luis, de Balvanera
"

 

Estimado Luis:

En este caso, se ayuda llevándola al médico. Exactamente lo que hiciste. Tu desconcierto es porque una crisis en la salud lleva a cuestionar los comportamientos y las rutinas que el enfermo y la familia tenían hasta ese momento. Aumenta la incertidumbre, y eso genera temor, dado que una enfermedad que parecía controlable de pronto se descontrola.

No hay que poner en duda la pericia y la voluntad de tu esposa para cuidarse, eso puede ser ofensivo y de alguna forma es culpabilizarla ante un evento que la excedió. No hay motivo para cuestionar que se trata de una persona que quiere sentirse bien y hacer una vida normal. Sin embargo, hay que saber qué sucedió. Pasada la emergencia, corresponde ir al médico tratante para consultar.

Las personas, diabéticas o no, suelen considerar que tienen control sobre sus vidas, y en parte es cierto, y eso hace que se minimicen ciertos síntomas, que aunque no les encuentren explicación piensan que no son de gravedad. En realidad es el médico quien debe decir si revisten gravedad o no. Nunca hay que dudar en consultar.

Con esto quiero decir que la reticencia a ir a un médico de guardia o llamar a la urgencia, no les pasa sólo a los diabéticos, es común a muchas personas. En el caso del enfermo crónico, su actitud va a ser cuestionada porque la familia considera que “no se quiere cuidar”. Cuando esto mismo lo hace una persona que no tiene una enfermedad crónica, no se lo trata con la misma severidad.

Por otra parte, además de ir al médico, sería bueno que hablen del suceso, preguntarle a ella cómo se siente y cómo podés ayudarla; contarle cómo te sentís vos ante su enfermedad y ante una crisis como la que tuvo. Si te asusta porque no sabés qué hacer, es bueno que ella lo sepa, si te da temor que le pase algo malo, es bueno que ella lo sepa. Escuchar lo que tiene para decir al respecto, va a diluir tu desconfianza en cuanto a su voluntad de cuidarse. Ella también tiene que comprender cómo te afecta a vos y cuáles son tus creencias sobre la enfermedad con la que viven. Cuando ambos saben qué le pasa al otro, se reduce la incertidumbre, el malestar y se fortalece la relación de confianza.

Pero, en lo referente a la adhesión al tratamiento, el autocuidado es fundamental, y si bien hay que ver qué ajustes son necesarios en este nuevo escenario, es tu esposa la que debe controlar su salud. No necesita que “espíen” o cuestionen si hace bien o mal, es una persona independiente. Tu rol es de apoyo cuando lo necesita.

Sería bueno que la acompañes a la consulta, porque lo ideal es que los dos manejen la misma información sobre la explicación del suceso reciente, y sobre cuáles son los síntomas de alerta ante los que debe consultar rápidamente.

En las enfermedades que exigen una adhesión de por vida, con el tiempo, puede perderse de vista la necesidad de hacer ajustes: una cosa es ser diabético a los 15 años, otra a los 40 años y otra a los 50 años. La enfermedad puede tener expresiones que no se tuvieron antes, y por otra parte, se pueden tener problemas de salud no relacionados con la enfermedad crónica. Esa es una diferenciación importante, no todo lo que le sucede a una persona con diabetes se debe a la diabetes.

Lo cierto es que de esta crisis se debe aprender: diferenciar los momentos de estabilidad de la enfermedad de los de crisis, y reconocer el nuevo período de estabilidad. Son escenarios distintos, que requieren la construcción de repertorios de conductas adecuadas ante cada una, para aplicar según la ocasión. Esto reduce el estrés y la incertidumbre, elimina el estado de alerta y permite volver a las rutinas de la vida cotidiana.

Dra. Vera Bail