La Organización Mundial de la Salud define la actividad física como cualquier movimiento corporal producido por los músculos esqueléticos, con el consiguiente consumo de energía. La actividad física, tanto moderada como intensa, mejora la salud.
Se ha demostrado que la actividad física regular ayuda a prevenir y controlar las enfermedades no transmisibles, como las enfermedades cardíacas, los accidentes cerebrovasculares, la diabetes y varios tipos de cáncer.
La práctica de ejercicio físico es una de las principales estrategias no farmacológicas para envejecer de forma saludable y mejorar la calidad de vida. El ejercicio conlleva efectos beneficiosos sobre aspectos psicológicos y físicos en personas mayores y es, a día de hoy, el principal factor de protección frente a enfermedades asociadas con la edad. Por ello, es importante realizar ejercicio tanto aeróbico como anaeróbico:
Las personas que presentan movilidad reducida es fundamental que realicen ejercicio físico, al menos 3 días a la semana para mejorar su equilibrio y evitar caídas.
El ejercicio físico también juega un papel muy importante en la salud neuropsicológica, mejorando el patrón del sueño, la salud cognitiva y los estados depresivos.
Mantenerse activo aporta efectos beneficiosos a nivel cardiovascular, respiratorio y anímico, y además ayuda a que se puedan llevar a cabo actividades diarias como levantarse, subir escaleras o ir de compras.
Por el contrario el sedentarismo perjudica la salud, y por ello debería limitarse el tiempo dedicado a actividades sedentarias. La sustitución del tiempo dedicado a actividades sedentarias por actividades físicas de cualquier intensidad (incluidas las de baja intensidad) es siempre beneficiosa.
Por su parte, los niveles de inactividad física son elevados en prácticamente todos los países desarrollados y en desarrollo, el sedentarismo es el cuarto factor de riesgo en lo que respecta a la mortalidad mundial.
Las mujeres generalmente son más sedentarias que los varones por falta de tiempo libre. Esta conclusión no es de extrañar si se tiene en cuenta que la mujer de hoy cumple con doble jornada: la del trabajo y la de casa dejando de lado al ejercicio físico. Es decir, se forma para ellas un círculo vicioso.
Se estima que el 70% de los trastornos que sufre el género femenino guardan relación directa o indirecta con la falta de actividad física, pérdida de tejido muscular y ganancia de tejido adiposo, producto de hábitos sedentarios de vida. Se ha demostrado que las mujeres más activas, así como aquellas con entrenamiento físico desarrollan menos enfermedad coronaria que las sedentarias.
Como parte de su actividad física semanal, los adultos mayores deberían realizar actividades físicas variadas, que hagan hincapié en el equilibrio funcional y en un entrenamiento de la fuerza muscular moderado o de mayor intensidad, tres o más días a la semana, para mejorar la capacidad funcional y prevenir las caídas.
En los adultos y los adultos mayores, los niveles más altos de actividad física mejoran:
Fuentes:
www.sanitas.es
www.who.int/es