Las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de muerte femenina en el mundo, y también en la Argentina. En nuestro país, según las estadísticas publicadas del Ministerio de Salud de la Nación (MSN) correspondiente al año 2017/18 del total de defunciones:
Contrario a lo que se suele pensar, 1 de cada 5 mujeres fallece de causa oncológica y, relacionando ambas causas cada 8 mujeres que mueren de ECV, 1 lo hará por cáncer de mama.
Quienes investigan la relación entre el género femenino y el corazón sostienen que existen sesgos de género en la identificación de los modos diferenciales de las mujeres de enfermar, consultar y ser atendidas por enfermedad coronaria, que operarían como barreras1 en la prevención de esta patología.
El infarto de miocardio es causa de sobremortalidad en los hombres de mediana edad, lo que derivó en que la enfermedad se estudiase principalmente en hombres (y por hombres), de manera que está construida como masculina y como tal se identifica en el imaginario social.
Sin embargo, mata también a las mujeres y prácticamente en la misma proporción que a los hombres, solo que en ellas suele presentarse en etapas más tardías de la vida.
Hay diferencias entre hombres y mujeres en aspectos como la sobrevida al primer año, los factores de riesgo cardiovascular, las causas que subyacen o detonan el infarto de miocardio, la caracterización clínica de la enfermedad, la especificidad de las pruebas diagnósticas, las guías de manejo, los tratamientos y los resultados de estos.
Los síntomas de infarto que son y han sido difundidos son los característicos de los hombres. Ello hace más difícil identificar los síntomas de las mujeres, que son más variados y diferentes por lo que, en ocasiones, son subestimadas incluso por ellas mismas. Ello inciden negativamente en el tiempo de consulta, junto con la creencia de que las mujeres mueren de cáncer de mama o útero (Soc. cardiología, 2021). Esto ayuda a crear a una percepción de riesgo bajo, que influye en la demora en la consulta.
La tardanza en el diagnóstico de un infarto de miocardio en las mujeres –tanto por la consulta tardía como por la inespecificidad de los síntomas- suele conducir a una revascularización tardía y aumenta la mortalidad.
Si bien, las mujeres consultan más y más tempranamente en el sistema de salud en general, esta conducta se invierte en la especialidad cardiológica.
Además, en las mujeres se han analizado rasgos del género femenino que impactan en la demora de la consulta, como el «ser para otros», la multiplicidad de roles (esposa, madre, hija, empleada, trabajadora doméstica), la doble jornada laboral, aguantar las dolencias, dejarse para lo último, exigirse demasiado o no poder parar, privilegiando las necesidades de otros miembros de la familia sobre las suyas (ser de otros). Esos mandatos de género, aunque sentidos en forma personal son imposiciones sociales que pueden, junto con otros factores, demorar su llegada a la atención médica. Es decir, que en la elección de las conductas de autocuidados hay sesgos de género muy marcados.
También se ha registrado que el estrés grave puede ser el detonante de la enfermedad cardíaca, asociado también a la violencia de género.
A esta demora prehospitalaria se suman las dificultades propias de la formación médica y los imaginarios propios de la práctica médica. Frecuentemente, cuando las mujeres consultan por síntomas inespecíficos o atípicos (en relación con los propios de varones) están muy expuestas a que se las envíe de regreso a su casa. El imaginario en el mundo médico sobre que “las mujeres son histéricas”, y que “las mujeres no tienen enfermedad coronaria”, vinculado a lo biomédico, relevados en las investigaciones inciden en el diagnóstico médico. Se les receta ansiolíticos, se les sugiere que descansen, se presume un problema digestivo, una alteración emocional, etc. Luego, en una ulterior consulta, con el cuadro más claro o ya definido, se considera que las mujeres “llegaron tarde”.
En síntesis, los factores que agravan los cuadros de ECV:
Es necesario considerar el efecto de la sobrecarga, la sobreadaptación y la sumatoria de roles en mujeres, en vistas a estimular modelos familiares más saludables.
Las enfermedades del corazón se presentan de manera diferente en las mujeres que en los hombres, en quienes se asocia el dolor torácico con infarto agudo de miocardio. Las mujeres son algo menos propensas que los hombres a tener dolor en el pecho y durante un ataque al corazón, presentan mayor variedad de síntomas y menos específicos:
El 71% de las mujeres que tienen un infarto empiezan por sentir una extrema debilidad y síntomas parecidos a los de la gripe, en lugar del clásico peso en el pecho.
El tabaquismo es la causa principal de infarto de miocardio en las mujeres menores de 55 años. Las que fuman tienen 7 veces más riesgo de padecer este evento que las que no lo hacen. Además, las fumadoras tienen el doble de riesgo de muerte súbita que las que nunca han tocado un cigarrillo.
La obesidad y la diabetes tipo 2 son grandes factores de riesgo de infarto en las mujeres. Por su parte, la hipertensión se asocia más con infarto agudo de miocardio en las mujeres que en los hombres.
Además, las mujeres hipertensas que tienen trabajos físicos demandantes –en los que están mucho tiempo de pie o llevando cargas pesadas- tienen 3 veces más riesgo de enfermedad coronaria que las que tienen la presión normal y trabajos con exigencias físicas moderadas, según un estudio con enfermeras danesas (publicado en el European Journal of Preventive Cardiology).
Es cierto que los niveles altos de colesterol LDL son tan malos en hombres como en mujeres. Pero las mujeres posmenopáusicas que tienen aumentados los triglicéridos y disminuido el colesterol “bueno” (HDL) tienen un riesgo mayor que el resto de la población.
En cuanto a la depresión, que es el doble de frecuente en mujeres que en los hombres, aumenta un 50% el riesgo femenino de infarto de miocardio. También hay señales de que la salud cardiovascular de las mujeres se ve afectada por el estrés emocional.
Referencias bibliográficas:
Notas: