La cultura del consumo: el alcohol y la juventud

Existe una preocupación generalizada acerca del aumento del consumo de alcohol entre los adolescentes, a veces acompañada de una mirada crítica sobre la juventud y los tiempos que corren, que convive con un retiro de los adultos de su rol educativo y de cuidado, en un contexto de gran naturalización y alta permisividad respecto del consumo de alcohol y drogas. Vivimos tiempos complejos.

En solo siete años, la cantidad de menores de edad que toman alcohol aumentó de manera preocupante. Según la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas (Sedronar, 2017), en 2010 el 42% de los chicos lo había consumido; en 2017, subió al 60,5%. Según cifras de la OMS, el país lidera el ranking en la región; los datos de los últimos 12 meses muestran un alza de entre el 13,5 y el 18,4%, respectivamente, comparados con los obtenidos en 2010. Los resultados de una encuesta de la Universidad Católica Argentina muestran cómo la problemática se incrementa en los jóvenes mayores de edad de todo el país: el 78,9% de los participantes tuvo al menos un episodio de consumo excesivo en los últimos 30 días, y el 31,7% indicó consumir de manera excesiva al menos una vez a la semana. Los informes de la Sedronar también indican que en 2017 se registró un aumento de alrededor de 12 puntos con respecto a su estudio anterior, tanto entre los hombres como entre las mujeres, y para todos los tramos etarios. El porcentaje de nuevos bebedores pasó de 9,7% en 2010 a 37,1% en 2017. En el caso de los varones esta tasa casi cuadruplica la de 2010. La bebida de mayor consumo es la cerveza, seguida por el vino, y luego por bebidas fuertes o tragos. Otro tanto ocurre con el consumo de drogas, pero lo dejaremos para otro artículo.

Es decir, que todos los datos muestran un incremento indudable y muy considerable del consumo de alcohol.

Veamos el contexto social. Los especialistas lo atribuyen a los nuevos escenarios culturales en los que la bebida es el primer paso hacia la búsqueda del descontrol que llega de la mano del marketing y forma parte "natural" del paisaje nocturno del fin de semana. Las publicidades lo vinculan con el deporte, la amistad y los "momentos lindos" de la vida. El mundo adulto exhibe constantemente una asociación íntima entre todas sus actividades sociales y la cultura del alcohol. Según Xavier Pons, profesor del Departamento de Psicología Social de la Universitat de València, otro factor decisivo es la cultura de la despreocupación. Nuestra sociedad ha creado una cultura de la banalidad y la despreocupación, que también es argumento para el consumo alcohólico en los jóvenes. Lo valorado es que las cosas sean divertidas, todo lo que interfiera en la diversión será apartado u olvidado, y todo lo que la facilite será bien recibido.

Ahora hablemos de las familias. Las figuras de autoridad aparecen hoy muy cuestionadas, el patriarcado está en crisis y los adultos presentamos dificultades para ejercer una autoridad democrática, posibilitadora y continente con las nuevas generaciones. Uno de los síntomas de esta situación son “las previas” en las casas, en que los adultos dejan la zona liberada. Se van el fin de semana, o salen a comer o al cine, o se quedan encerrados en su cuarto. Estas reuniones son un factor de riesgo para los jóvenes y más aún para los menores, porque se  caracterizan por el consumo de una elevada cantidad en un período corto de tiempo.

Con un panorama tan complicado, cabe preguntarnos si como familia nos convertirnos en un “factor” de protección y prevención, o si por el contrario podemos acabar añadidos a la lista de factores de riesgo mencionados sin que tengamos conciencia de ello. ¿Cómo es la mejor manera de cuidar a nuestros hijos, con relación a este tema? ¿Permitir o prohibir?

La investigadora Jennifer L. Maggs, Parents Who Allow Early Adolescents to Drink en Journal of Adolescent Health, nos plantea que una actitud permisiva respecto al alcohol, con la creencia de que esto enseñará a nuestros hijos a beber con sensatez, puede ser un factor de riesgo para una iniciación temprana en el consumo de alcohol, incluso de problemas más graves a posteriori. La investigación, además, pone en evidencia que el nivel socioeconómico y cultural de los padres no es un factor protector sino más bien al contrario: un mayor nivel social y económico puede ser un factor de mayor riesgo para el consumo, ya que puede suponer una mayor disponibilidad económica también para los hijos, y con ello el acceso más fácil a esta sustancia.

Para Pons, además, lo que convierte al alcohol en algo atractivo no es que los adultos lo prohíban, sino que “los adultos lo consumen” y simultáneamente “lo califican de peligroso para los jóvenes”. Por tanto, estamos aportando valor positivo y atractivo al consumo de alcohol sin darnos cuenta. Para un adolescente abstenerse de hacer algo “peligroso” por el hecho mismo de serlo supondría manifestar indecisión o debilidad, mientras que hacerlo significa ser alguien “valiente” o “atrevido”.

Otros especialistas hacen hincapié como factores coadyuvantes la relación que tengan los padres con el uso de sustancias como el alcohol y las drogas, y en la coherencia entre ésta y lo que le piden a los hijos.

Actitud permisiva, acceso al alcohol, actitud propia de los adultos ante el consumo como con la consideración de peligroso- valioso para adolescentes, son algunos de los factores que inciden en esta compleja problemática. Además, las publicidades incentivan el uso del alcohol, y a ello se suma la baja percepción de riesgo generalizado con respecto al mismo.  “El 75 % de los individuos que bebe excesivamente cree que toma una cantidad “normal” del mismo. La información incompleta y sesgada de los adultos se correlaciona con la imposibilidad de transmitir a los hijos los riesgos del alcohol, considerando su consumo como algo socialmente “natural”. Y esa actitud permisiva parental “por ignorancia de riesgos” se considera un hecho determinante para el consumo en los adolescentes.

En síntesis, el consumo de alcohol responde a múltiples factores, de los que cada uno de nosotros no está ajeno. Todos somos parte de este entramado social y como tal podemos comenzar por revisar nuestras propias conductas individuales y familiares. Luego, desde esa reflexión profunda acompañar a los jóvenes en sus recorridos de vida, cuidándolos y protegiéndolos por la vulnerabilidad propia de la adolescencia y la juventud. 

Fuentes:
https://www.lanacion.com.ar/2094144-en-las-previas-el-80-de-los-adolescentes-consumio-alcohol-de-manera-excesiva
https://elpais.com/elpais/2018/02/12/mamas_papas/1518421876_113910.html
https://www.lanacion.com.ar/2082037-crece-el-consumo-de-alcohol-entre-las-mujeres-y-los-adolescentes